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¿En dónde estoy metido? Reflexiones de un loco en una noche de luna llena

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24/01/2013 – Luna llena.

Se me ocurrió mirar al cielo a través del sucio vidrio del ventanal que tengo a mi derecha y descubrí que hay luna llena. «Luna llena», pensé, como si algo interesante estuviese a punto de pasar; esperé sentir la energía de  sus rayos sobre mí, pero la verdad es que lo único que sentí fue un poco de calor al abrir la ventana y chocarme contra la brisa de la cálida noche.

«¿Qué hago escribiendo?»

La idea de largarme a la pileta con algunas palabras surgió de algo que está dando vueltas en mi cabeza desde hace un tiempo: ¿Qué sé hacer? El dilema radica en que, cada vez que prendo la tele o abro el muy querido Facebook, me encuentro con sujetos (masculinos y femeninos) que a la edad de 10, 12, 15 ó 25 años son capaces de tocar «All along the watchtower» de Hendrix con los ojos cerrados mientras comen un chicle de frambuesa. ¿Y yo? Por otro lado están los prodigios escritores, deportistas, dibujantes que le «enrostran» (diría un amigo, haciendo uso de un neologismo de lo más interesante) a uno sus aptitudes hiper-desarrolladas; como si hubiesen tomado un una ducha de rayos gama para despertar sus habilidades extraordinarias, dignas de ser mostradas al mundo.

Y una vez más me pregunto: ¿Y yo?

Hace un tiempo atrás leí sobre la «Teoría de las 10.000 horas». Para quienes no sepan en qué consiste, dejen que les comente brevemente para que, una vez finalizada la lectura, cada uno pueda sacar sus propias conclusiones con respecto al tiempo invertido a lo largo de sus años. Esta innovadora teoría sostiene que el tiempo que a un humano promedio (todos los Rain Man quedan automáticamente excluidos del post en este instante) le lleva alcanzar la maestría —el expertise— en algo es equivalente a 10.000 horas de estudio intensivo. Por medio de esta excusa teoría es posible explicar por qué el ya mencionado Jimi Hendrix fue capaz de hacer música prendiendo fuego una guitarra sin haber tocado jamás un instrumento musical, o por qué el maratonista Usain Bolt tiene la resistencia de una máquina, o por qué un pequeño Mozart logró tocar su primera sinfonía a los 4 años de edad mientras sus compañeritos jugaban a la mancha. Perseverancia señores —y señoritas—, perseverancia.

Ahora bien, dado que el exorbitante número de 10.000 hs da un poco de miedo cuando lo vemos por primera vez, voy a reducirlo a tres dígitos: 416… días. Este número es más agradable ¿no? La verdad es que no, sigue siendo aterrador. De sólo pensar que me tengo que pasar 416 días, que equivaldría aproximadamente a 14 meses, estudiando algo de corrido ya me da dolor de cabeza. Entonces me dirijo por el camino fácil, le dejo el camino largo y aburrido a Caperucita, que, como ya sabemos, va a encontrar su muerte más adelante, y me pregunto: ¿En qué invertí TANTO tiempo a lo largo de mi vida? Y la respuesta llega sola a mi cabeza, limpia, sin resto diurnos ni dudas metafísicas: en la computadora.

Sí, soy hijo de la revolución tecnológica de los 80’s, hijo de la Commodore 64, la ATARI, Nintendo, IBM, mi preciada computadora. Teniendo en cuenta que cuento con unos 25 inviernos en mi haber, que recibí mi primera Commodore a los 4 años y que desde entonces le he dedicado un promedio de 8 hs al día, eso me da un total de…61.280 hs., superando satisfactoriamente los requisitos mínimos de esta teoría.

Entonces, mientras que una gran masa humana, social y tal vez pensante —me permito el beneficio de la duda— desarrolla sus habilidades artísticas, yo me encargo de aumentar mi percepción, mi capacidad de interpretación de consignas, de mejorar mi comprensión de idiomas, de mantener activa mi memoria; todo eso sumado a que gracias a la lectura intensiva a lo largo de todos estos años he mejorado mi imaginación y he perfeccionado mi escritura. No seré Cervantes, Borges o Whitman, pero la pasta de escritor está; quizás un poco falta de horas, pero está.

A modo de cierre, antes de que se me termine esta noche de luna llena que, a fin de cuentas, sirvió de inspiración porque hasta hace quince minutos atrás no tenía nada que decir, sólo me resta decir unas palabras meramente formales. Dejen a los muchachos de Facebook, Twitter e Instagram ser felices demostrando públicamente sus habilidades artísticas extraordinarias y sobrehumanas, su capacidad de escribir poesía mientras están sentados en el trono de losa o sus aptitudes para los deportes y dedíquenle más tiempo a la computadora, los videojuegos y la lectura; está demostrado que en ningún otro lugar van a encontrar tantos beneficios como en esas tres actividades.A fin de cuentas ¿Para qué queremos broncearnos? De vez en cuando salen a dar una vuelta a la manzana, absorben vitamina D, vuelven y siguen perfeccionando sus skills. Recuerden que el tiempo es oro.

Algún día lograré tocar un FA en la guitarra, y ese día lo subiré a facebook para regodearme en su crapulencia.

Cambio y fuera.

 

 
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Publicado por en enero 24, 2013 en Citas

 

Los números de 2012

Este va a ser el último posteo de un año que se va, un año con idas y vueltas, con altibajos, con felicidad y tristeza. No fue un año cualquiera. Haciendo uso de la Navaja de Ockham sólo voy a decir que fue un 2012 que arrasó con todos los esquemas y se plantó hacia el final con novedades y alegrías. Pese a que para el blog no fue un año demasiado productivo, quiero agradecer mediante estas pocas palabras a todas esas personas que llegaron desde todo el mundo, la verdad es que nunca me lo habría imaginado.

Gracias a todos ustedes por entrar a este pequeñísimo espacio en la red, a este lugar donde mis memorias suelen volverse realidad.

Feliz año para todos.

Y ahora sí, el informe que prepararon los duendes de las estadísticas de WordPress.com

Aquí hay un extracto:

600 personas llegaron a la cima del monte Everest in 2012. Este blog tiene 2.900 visitas en 2012. Si cada persona que ha llegado a la cima del monte Everest visitara este blog, se habría tardado 5 años en obtener esas visitas.

Haz click para ver el reporte completo.

 
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Publicado por en diciembre 30, 2012 en Editorial

 

Hello darkness my old friend.

Escribir o escribirte, esta vez no va a hacer la diferencia, lo sé. Pasó un buen rato desde la última vez, ya casi no recuerdo las razones por las que vine a este lugar, ya casi no recuerdo si logré salir vivo o no; pero acá estoy, mintiéndome, mintiéndote, diciendo que voy a retomar un hábito abandonado, lo único en lo que soy bueno: las palabras.

La verdad es que el silencio se está llevando mi energía —y mi vida— más rápido de lo que podría haber imaginado; atacó por sorpresa, llegó en un momento totalmente inesperado, se apoderó de la situación y me dejó a la deriva, sin rumbo, sin razones, sin excusas. Descubrí que el «para siempre» no siempre dura una eternidad, sólo es eterno el momento, que al mismo tiempo se vuelve efímero. Todo se borra o, mejor dicho, se esconde debajo de la alfombra, pero una y otra vez recordamos que está ahí cuando nos tropezamos con el bulto. Creí que sería diferente, me dije, y lo fue, lo es, es tan distinto a todo lo anterior que simplemente no se puede ir, no se puede borrar. Ojalá mi cerebro fuera un gran disco rígido capaz de ser formateado para un bien mayor, pero la pregunta es ¿me atrevería a borrarlo y a reinstalar un SO nuevo? no lo creo. Me gustan los recuerdos, son como pequeños fragmentos de vida que sabemos que no vamos a olvidar, es casi como volver en el tiempo cada vez que uno lo necesita, volver a ver esa sonrisa, volver a caminar por Caballito, volver a patinar sobre hielo, volver a besar labios del pasado que dejaron huellas sobre los míos… volver una y otra vez al momento en el que todo comenzó para sentir «eso» que alguna vez fue inefable.

¿Qué hago acá? quisiera saber por qué estoy escribiendo. Tal vez quiero llamar la atención, espero atrapar un recuerdo entre palabras y hacerlo real, espero volver a ver luz entre tanta oscuridad. La luz, la felicidad, faltó durante mucho tiempo y aún hoy muchas sombras se ciernen sobre mí, sobre Ella, sobre vos, las sombras tienen la capacidad de atraernos con tanta facilidad, de hacernos parte de ellas para olvidar todo. El rencor, el resentimiento, la soledad, la bronca, el camino perfecto, su camino, eso que alguna vez pudimos vencer hoy están otra vez entre nosotros marcando un abismo infinito. Yo no soy el mismo de hace un tiempo atrás, el tiempo y las experiencias actuaron sobre mi vida dando como resultado un sujeto totalmente nuevo, yo no soy el mismo que escribió hace dos meses atrás, pero hay sentimientos, pensamientos, deseos que son inalterables por el simple hecho de ser reales. En este momento, desearía no estar haciendo esto, desearía no estar buscando una excusa para atraer la atención de nadie, desearía que nada de lo que pasó hubiese pasado, pero el tiempo no se puede cambiar. Tomamos decisiones, intentamos hacernos fuertes, nos mentimos diciendo que vamos a estar bien, sabemos que no va a ser así; cada día y cada noche, desde entonces, el mundo se tornó un lugar más oscuro para mí. Tomé una decisión pensando que sería lo mejor, estaba seguro de eso en ese momento, hoy no, pero fue lo que me salió. Hoy ya no hay vuelta atrás, volver a las sombras puede ser un camino de ida, más aún después de haber dejado todo en el camino.

Palabras sin un orden, el caos es el fiel reflejo del presente. No hay orden sin un caos.

 
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Publicado por en septiembre 12, 2012 en My mind

 

La leyenda de Toro Bravo y Nube Azul.

De vez en cuando, paseando por internet uno encuentra cosas interesantes, ésta es una de ellas. Por azar, como casi todo lo que se encuentra en la red, me topé con esta vieja leyenda Sioux y decidí guardarla en este blog como una memoria más. Esta es la «Leyenda de Toro Bravo y Nube Azul»:

Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.

– Nos amamos – empezó el joven

– Y nos vamos a casar – dijo ella

– Y nos queremos tanto que tenemos miedo. Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán. Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos. Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitu el día de la muerte.

– Por favor – repitieron – hay algo que podamos hacer?

El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra.

– Hay algo…- dijo el viejo después de una larga pausa – Pero no sé…es una tarea muy difícil y sacrificada.

– No importa – dijeron los dos – Lo que sea – ratificó Toro Bravo

– Bien – dijo el brujo – Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste?

La joven asintió en silencio.

– Y tú, Toro Bravo – siguió el brujo – deberás escalar la montaña del trueno; cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas y, solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mi, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta…salgan ahora!.

Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur….

El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas.

El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo las aves cazadas.

Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe.

– ¿Volaban alto?- preguntó el brujo

– Si, sin dudas. Como lo pediste…¿y ahora? -preguntó el joven- ¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre?

– No – dijo el viejo

– Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne – propuso la joven.

– No – repitió el viejo. Harán lo que les digo: Tomen las aves y aténlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero…Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.

El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero solo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre si hasta lastimarse.

– Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, “vuelen juntos pero jamás atados”.

 
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Publicado por en junio 9, 2012 en My mind

 

Y ese teléfono que no suena.

Ya pasaron los últimos minutos de un día melancólico, un día sin nada, vacío desde donde se lo mire; un día de espera, un día menos. Mi reloj me dice que ya comenzó una nueva etapa en esta cuenta regresiva interminable y y sólo miro a ese teléfono que no suena. Hace minutos, nomás, Morrison le abrió la puerta a los cuatro jinetes que surcan esta tormenta que recién llega, pero que parece estar ahí desde hace eones y yo busco un refugio en la escritura para, como dijo el recién fallecido Bradbury, no morir. Me miento y busco consuelo en las letras cuando sé que el consuelo está en la acción; me encierro y me pierdo en un mar oscuro, denso, infinito, que me arrastra hacia las profundidades como si yo fuera un bloque de cemento incapaz que flotar.

Esta unánime noche, y acá le robo las palabras a Borges, se extiende desde ayer casi a la misma hora, una noche inexpugnable en la que no veo más luz que mis recuerdos; recuerdos que cada vez que los evoco me parten en alma en pedazos y me dejan a la buena de la fortuna; Dios, claramente, no juega ningún papel en esto. «No creo en esto» llegamos a decir con una presión en el pecho, con la voz ahogada sobre el colchón, con los ojos vidriosos y la mente en cualquier lado buscando felicidad. Esas palabras fueron acompañadas por un «Cuando te extrañe mucho, te voy a escribir: te extraño» y por una promesa absurda que me cuesta cumplir, que sabía que no iba a poder cumplir porque es más fuerte que yo, porque descubrí ser más débil aún. Tus palabras, tu mirada, y ese teléfono que no suena.

No fue hasta entrada la tarde de ayer que sentí el peso absoluto de la ausencia, ese abismo que se esconde dentro de mí, como dice Walter, y me impide cerrar la puerta. Fue entonces y no antes, quizá, porque lo intenté negar, me encerré y hundí mi mente en las distracciones, en los vicios a los que hacía meses no acudía, pero cuando crucé la puerta de la calle y me inserté en el mundo real me di cuenta del vacío absoluto que sentía. El mundo pareció venírseme abajo cuando mi mente comenzó a trabajar por cuenta propia, alejada de las presiones impuestas por mí; todos los recuerdos me abordaron en una esquina y desde entonces no me los pude sacar de encima. Caminé entre la gente y me sentí sólo una sombra de lo que alguna vez fui, los cruzaba, los atravesaba, me distanciaba a cada paso de todo eso que no me representaba en absoluto; fingí sonrisas, fingí saludos, pero no era difícil darse cuenta de mi farsa. No aguanté y volví para perderme de nuevo, para ocupar mi mente en otras cosas, pero me fue imposible.

Neil Young me hace pensar en ese «heart of gold» que en este preciso momento late por mí en un punto determinado del espacio, no demasiado lejos de acá, pero tampoco demasiado cerca. «No sacrifice, no victory» me dijiste y yo sigo pensando en «no pain, no gain», aunque a fin de cuentas sea un sacrificio. Yo estoy acá, pensando en todo esto, peleando contra mis demonios y, a mi lado, ese maldito teléfono que no suena.

 
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Publicado por en junio 8, 2012 en My mind

 

A un Gran Amor.

Hace tiempo, mucho tiempo, en aquella primera dedicatoria que todavía da vueltas por este blog, fuiste «mi Psicometalerita», así decidí nombrarte en esa noche fría de otoño ¿Te acordás? Hoy sos Mi Gran Amor. Pasó mucho tiempo y pasaron muchas cosas desde entonces, a veces me siento a pensar y pareciera que una vida entera cruzó; te conocí como a nadie, me conociste como nadie. Hoy, Mi Amor, te escribo a vos y le escribo al viento en una noche aún más fría, hoy las letras parecen quedar atrapadas entre gotas de agua que mueren en el piso.

Sentí la imperiosa necesidad de descargar algunas de las cosas que mi cabeza ya no puede contener; sentí la necesidad de liberar la presión del dolor, de la soledad, del temor. Me miento a mí mismo y me digo que haciendo esto voy a estar mejor, pero sé que la verdad es otra más nefasta, sé que mi verdad y mi felicidad están ligadas a un único nombre: tu nombre. He luchado día trás día, desde que te conocí y comprendí lo que realmente me sucedía, por ver una sonrisa en ese rostro; he esperado horas enteras, días, por tener frente a mí esos ojos que me dicen tanto y me invitan a hundirme en ellos. He extrañado sistemáticamente tu voz en mi oído desde el primer día en que me dijiste «te amo» casi susurrándome.

Y ahora que lo pienso, esto parece un lamento, una carta de despedida, pero es todo lo contrario: son mis deseos más profundos, mis sentimientos más nobles, soy yo en mi máxima expresión. «Vos en mí, yo en vos» y «Juntos podemos todo» se han encargado de mantenerme vivo en los momentos más oscuros. Pero en esta noche fría, sólo el silencio y la oscuridad me atrapan lentamente y me alejan de todo. En estas palabras admito, y con esto me desnudo frente al mundo, que lo que me resta de vida, sin vos, no es vida.

 
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Publicado por en junio 6, 2012 en My mind

 

2 de abril.

Para todos aquellos que jamás se pusieron a pensar en la ironía de conmemorar esta fecha como «el día de los caídos en Malvinas», quizá este sea un buen momento para hacerlo. Se conmemora de antemano un conflicto que, a estas horas, recién estaba comenzando sobre el suelo malvinense; los caídos fueron muchos hasta el 14 de junio en que se gritó el cese el fuego en las internas del gobierno de Galtieri. Hoy estoy a favor de aquellos que bajo la bandera de «intelectuales argentinos» —en un tiempo en el que la intelectualidad en Argentina pasa por la crítica al gobierno o a los medios— propusieron repensar la fecha para que su conmemoración y el respeto a los soldados tuviese un mayor sentido. A veces, la Historia debe ser levemente modificada.

Pese a que estuve, estoy y estaré en contra del conflicto bélico movilizado por los tres grandes idiotas del siglo XX argentino, creo que es tiempo de cambios porque es claro que al día de hoy, a treinta años de aquella fecha, Mavinas no es nuestra y si las cosas siguen como hasta ahora, es probable que no lo vuelvan a ser. Para el argentino esas islas son un fragmento de cuerpo arrancado, desde pequeños nos inculcan que fueron, son y serán nuestras, plantan en nuestra mente una idea casi utópica teniendo en cuenta todo el agua que pasó debajo del puente desde aquél 2 de abril de 1982. Aún así, creo que es necesario recordar a aquellos muchachos que estuvieron día y noche en ese árido peñasco defendiendo un ideal, una causa, un país.

JUAN LÓPEZ Y JOHN WARD

Les tocó en suerte una época extraña.

El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los catógrafos, auspiciaba las guerras.

López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.

Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.

26 de agosto de 1982

Jorge Luis Borges.

 
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Publicado por en abril 2, 2012 en Editorial

 

He perdido tantas cosas.

Que no me perdonaría perderte a vos,
a quien me dio todo,
a quien me enseñó a querer,
a quién aprendí a amar.

 
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Publicado por en marzo 31, 2012 en Citas

 

Vos en mí, yo en vos.

En alguna parte de este blog, hace mucho tiempo atrás, escribí que la bitácora iba a funcionar como una suerte de diario personal, como una extensión de mi mente; en ese tiempo, no quería seguidores, no quería lectores, escribía por mí y para mí. Hoy están ahí en algún lugar del Globo leyendo mis palabras sin que yo se los pida, navegan dentro de la mente de un desconocido que aún escribe para sí mismo en muchas ocasiones. Ésta es una de ellas.

En momentos como este me siento en el sillón y me pongo a pensar sobre mi vida, sobre la felicidad ¿qué es ser feliz?¿cómo es ser feliz?¿cuánto dura?¿soy feliz? Siento que he creído ser feliz una infinidad de veces, un momento tras otro llegan desde lo más profundo de mi memoria como imágenes sueltas, me hacen dar cuenta de que ser feliz es algo agotador, buscar la felicidad idílica es como querer encontrar Atlantis durante un paseo en bote. Creí ser feliz cuando era más chico, pero era inocente e idiota, con el tiempo comprendí que esa no era la felicidad; creí ser feliz hace unos años, duró poco, se esfumó antes de poder saborearla; creí ser feliz en soledad, pero necesitamos a alguien que nos aliente cuando estamos mal, que nos de un abrazo fuerte, que nos diga «teamo» al oído. Nueve meses atrás encontré esa felicidad y hoy, con temor en el pecho, la veo irse lejos de mí. Tal vez, me digo, el Ser humano no está hecho para ser feliz o quizá estamos interpretando mal el concepto.

¿Ser feliz es tener una vida perfecta? En caso de que la respuesta sea afirmativa deberíamos preguntarnos ¿qué cataloga como perfecto? ¿Perfecto es aquello que la sociedad impone (pensemos en la familia tipo de los años ’40 norteamericanos con sus casas blancas y azules, sus parques, sus vecinos felices; la foto de la publicidad de cereal) o es aquello forjado por nuestros deseos? La perfección es terriblemente subjetiva, somos nosotros los que formamos una idea de perfección en relación a nuestros deseos en conjunto con lo que nos impone la sociedad. Esa es la perfección. Hace nueve meses me di cuenta, al ver su sonrisa, que había encontrado mi pedacito de perfección dentro de todo el caos que me rodeaba.

Releo estos párrafos y realmente no sé a qué quiero llegar, eso es lo más parecido a una tormenta de pensamientos que he tenido desde quién-sabe-cuando. El caos reina por todos lados, hay caos en mi cabeza, caos en mi escritura, caos en mi vida. Recuerdo claramente a Hesíodo en este momento, pienso en la Cosmogonía y en sus palabras «para que haya cosmos (orden) tiene que haber kaos (caos)», entonces si tengo el segundo asegurado, significa que el primero tiene que existir como un ente concreto, físico… Ella. Es así, siempre vuelvo a Ella, desde el día en que la conocí que todo ronda alrededor de Ella. Hasta hace nueve meses atrás (y esto ya se llama aliteración) el amor, ese sentimiento tan raro y tan deseado por el Hombre, no existía para mí, para mí eran mentiras, leyendas, pavadas, lo que sucedía en ese entonces era que había una especie de bloqueo en mí, sabía que amor significaba dolor y no quería salir lastimado porque era orgulloso, porque nunca me habría dejado vencer por un sentimiento. Era un idiota. Cuando la vi, y lo reconozco ahora, cuando la vi sentada en ese cantero con esa campera negra, fumando un largo Benson, no supe resistirme, la miré y sentí que todo se me desmoronaba, todas mis defensas, todos mis temores; en ese momento no lo entendí. Pasó un mes, una luna entera, hasta que me di cuenta de que Ella era mi punto de partida, mi primer motor móvil, mi alpha. A partir de ahí todo cambió, yo cambié, empecé a ver la vida de otra forma, le encontré un sentido a cosas ínfimas, viví momentos únicos, armé un futuro en mi cabeza. Me enamoré. «Jamás imaginé que así era el amor» reza aquella canción de Horcas que tantas veces escuché.

Hoy, en este preciso momento, me pongo a ver hacia atrás y no tengo pasado, todo es borroso desde que la conocí. ¿Quién era yo? Uno más ¿Qué buscaba? Nada, sobrevivir. ¿Cómo estaba conformada mi vida? De banalidades. ¿Mis objetivos? Ninguno. Hoy sé quién soy porque Ella me lo muestra a cada rato; hoy sé que busco hacerla feliz y construir un futuro; hoy mi vida está conformada de recuerdos, hermosos recuerdos imborrables, de esos que duran eternamente como tu primer golpe en bicicleta, tus primeros amigos, la llegada de un/a hermano/a; hoy tengo por objetivo vivir, construir y finalmente morir en algún momento con una vida feliz, con su sonrisa a mi lado.

Ese soy yo ahora, pero este otro, dubitativo y temeroso, débil y expuesto, es el que lee «quiero seas quien me haga sonreir cada día» y sabe que hoy no lo está cumpliendo. Este soy yo, pensando por demás, dejando fluir mi consciencia en vivo en directo. Ludmer dijo en uno de sus libros que la desnudez y los sentimientos exponen toda nuestra vulnerabilidad frente a los otros, nos hacen flaquear, pero al mismo tiempo muestran lo que realmente somos.

Cambio y fuera.

 
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Publicado por en febrero 16, 2012 en My mind

 

Tres palabras.

Ahí estaba yo, con el contenido de mis bolsillos arriba de la mesa, con las cartas, con los papelitos con su letra, con las fotos, con las sonrisas que no puedo borrar, con los momentos que no quiero borrar, con toda mi desnudez sobre la mesa, justo frente a ella esperando su respuesta.

Ahí estaba yo, esperando esa sonrisa que tanto extrañaba, esa mirada única que sólo ella tiene, ese abrazo que tantas otras veces me dio y me llenó el alma.

Ahí estaba yo sin más explicaciones, sin más respuestas, sin nada más para decir, prometiendo cambios, queriendo verla bien, esperando a que volviera a ser la misma de ayer.

Ahí estaba yo frente a la persona por la que haría girar el mundo al revés.

Ahí estaba yo esperando a que volviera y me dijera «te amo» al oído con esa voz finita de nena que aflojaría el corazón más duro.

Ahí estaba yo.

 
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Publicado por en enero 22, 2012 en My mind